Tuesday, December 25, 2007

Magia tardía


Nunca me han gustado demasiado las Navidades. Siempre he sentido esa especie de rechazo irracional que nos surge por todo lo que sabemos absolutamente inalcanzable. Sin embargo, siempre he pretendido que las Navidades me encantaban. Muy en mi ensayadísimo papel de niña bien y malcriada.

Las Navidades me enseñaron a mentir. Y con qué destreza. Siempre elegían mi redacción post-vacacional como la mejor –la más envidiable, por descontado- en mi cole de monjas. Las demás niñas querían una familia como la mía, unas comilonas como las que mis tías imaginarias organizaban en mi casa invisible, unso primos tan juguetones y tan rubios como los que yo pintaba con palabras.
Lo que nadie sabía es que desde que cumplí 9 años las Nochebuenas las pasaba sola en mi cocina, contando los azulejos blancos y esperando a mi padre con una tortilla francesa. Él se quedaba en la habitación, llorando LA ausencia y luego insultando a todas esas tías y primos que antes nos querían tanto y que desaparecieron sin rastro tras su viudez.

Por eso me pasé la vida fingiendo, montando historias, contenta con mis regalos de mentira, aprendiendo a ser envidiada por cuentos de aire. Soy una yonki de la admiración.

Depués –mucho después, cuando el daño era ya irreparable- llegaron tiempos de tregua. Y algún que otro regalo y alguna que otra sonrisa.

Ahora tengo una familia griega y un nudo en la garganta. Me resulta imposible que vean normalidad donde yo sólo veo... magia, un hada madrina convirtiendo mis deseos en realidad. Y cada noche me acuesto con el miedo, el horror, de que todo vuelva a ser una calabaza gigante si me descuido.

Y en cierto modo, en cierto modo, me escuecen las heridas cuando veo las mentiras sucediendo de verdad, me duele el alma
... pero es el escozor, el dolor de la curación.

Desaparezco dos semanas para dedicarme unas merecidas vacaciones lejos de la niebla y de los ordenadores.
Tanto si sois de los que se emocionan con los peces en río o de los que odian cada milímetro de espumillón, os deseo sonrisas para estos días en los que me ausento del mundo virtual.
Ma.

Saturday, December 15, 2007

Casillas y etiquetas


Cada uno tenemos la nuestra. Y a mí me gusta salirme de ella, de vez en cuando. Necesito imaginar que hay posibilidades mas allá de las impuestas por la etiqueta social que llevo tatuada en la frente. Y salir al mundo y vivirlas.

No hay mayor tortura que la de saber que sólo tenemos una vida.

Hoy me muero por pasar mil horas con mi nueva persona favorita.

Pero las casillas acechan. Chico, chica, cena a solas, velas sobre la mesa. Eso tiene, por cojones, que significar algo. Lo llaman “cita”. Con las connotaciones impulsivas que ello conlleva. De repente ya no son horas de mutuo descubrimiento, de excursión emocional pura y dura. Es un restaurante y música de ascensor y camarero con sonrisa pícara... y la pregunta aterriza, sin sentido, en las mentes de ambos... “¿nos deseamos?” Nos sentimos incómodos. Prohibidos. ¡Culpables!Urge, pica, la necesidad de aclarar las reglas, de pactar las fronteras. La necesidad no es nuestra. La necesidad es de la sociedad. La naturalidad ha dejado de existir.

Y los músculos se tensan hasta que definimos los roles. Las casillas.

La magia, la urgencia, el hambre de descubrimiento intelectual mutuo mueren. Ya no hay posibilidades infinitas. La hoja en blanco se ha ensuciado. Ahora somos colegas, con parejas respectivas, y nos hemos digitalizado el horizonte.

Por eso miento a veces.

No creo en los novios. O en los prometidos. O en ninguna etiqueta que implique temporalidad. Creo en hoy, en aquí, en lo que siento y en mis ganas de explorar.

Y también en mis ganas de esforzarme para que algo funcione, para que algo crezca. Pero sin eiquetas.

No consiento que la sociedad me diga que las vacaciones he de pasarlas con mi pareja. Que irme un fin de semana fuera con una amiga sin dar explicaciones está mal. Que todas las noches haya de pasarlas con la misma persona, incluso si no me apetece. Si es sólo rutina.

El amor es libre. Todo lo demás es dependencia, o sodomía, o miedo.

Yo me enamoro todos los días. De Nikos, de las nubes, de los árboles y de nuevos personajes. Y cuando me acuesto todo desaparece y duermo. Al día siguiente todo es nuevo. A veces es parecido, a veces es distinto, pero siempre es nuevo.

Hoy estoy agotada, triste, asqueada, amoratada. Ayer me di de golpes con mis casillas unas cuantas veces.

Y ya no me sirven ni de catarsis.

Wednesday, November 28, 2007

Mind the Gap



A los 15 tenía una imagen imposible de Londres. Ciudad de libertades, de música, de personajes impredecibles, de amores a tres y de cielos rojos.

A los 20 la conocí y esa imagen imposible se transformó en obsesión. Sentirme ignorada, compréndanme, era para mí licor maldito y adictivo.

A los 23 me dio una bofetada. Me mudé, me arruinó, y lo único decente de aquellos 3 meses de agujeros negros fue un lector de auras y un fanático de Terenci Moix que me hizo sonreír en un autobús.

A los 25 me volvió a recibir, después de dos años deambulando por pueblos aún más fríos pero menos inmensos. Y no estuvo mal. Renacieron en mí vestigios de la veinteañera que se bebía la ciudad y disfrutaba de todo sin vergüenza ni mesura. La casualidad trajo también a Londres a mi griego, y pensamos que podríamos repetir historia.
Error.

Hora punta, metro, ingresitos capitalistas, manzanas que cuestan más que el vodka, frío, impuestos por respirar….

Hay días en que me digo que todo es pura actitud. Que es culpa mía, o de mis hormonas, ver la ciudad con marco negro. Que sigue habiendo gente sin uniforme, gente abstracta, y en vez de cuatro casillas, infinitas. Que el pudor inglés al descaro o al contacto físico tiene su encanto…

hasta que un gilipollas te empuja en el metro, te deja sangrando y con el tobillo al revés y nadie, NADIE, te ayuda a incorporarte.

Así que mando a la porra a Londres, a los ejecutivos de corbata granate a las 7 de la mañana en Euston y a los dientes afilados de las escaleras automáticas.

Yo me mudo al mediterráneo.
p.s. Palmoba, te contesto en la sección de comentarios

Wednesday, November 07, 2007

24 horas

3.30 de la mañana.

El taxi debería haber llegado aquí hace 10 minutos. Las tripas me crujen de hambre a respuestas y yo les arrojo un kiwi.

Nikos duerme, hermoso, acongojado y paciente.

Espío al lechero desde mi ventana, intentándole encontrar poesía al asunto, mientras maldigo a todos los antepasados del taxista. Pasan un par de hombres bajitos con mochila y barba y pinta de ir a currar. Inmigrantes. Los ingleses no saben que a estas horas las calles también tienen color.

3.40.

Voy a perder el avión por su culpa. Y podría bajar la música, ya que estamos”. El taxista me mira desde sus pupilas dilatadas, aceptando el desafío e ignorando olímpicamente mi petición. Transforma el taxi en una rave y las calles de Londres se convierten en la pista de la muerte. Huyo del asiento con los temblores de los malos presagios.

12.20.

Aterrizo en Atenas. Frapé y torta de espinacas antes de nada. “Tripas, estáis ahí?” “Sí” “Vamos en busca del tesoro”.

12.40.
La hermana y la madre de Nikos me llaman para avisarme de que hable a los taxistas en griego o me cobrarán un dineral.
(“Mientras no me cobren la vida, ya está bien”)
Les digo que sí, y que como de todo por enésima vez. Me esperan a las 4 con la mesa puesta.

13.00
El taxista no habla una palabra de inglés y mi griego rácano no alcanza demasiado. Me tima vilmente, pero con gracia, así que le dejo hacer.

Desesperado intento por seguir siendo turista.
SÓLO turista.

13.30.
Sede de Intracom. Huele a viejo, a testosterona y a tabaco. Mi en teoría futuro jefe es desconfiado y arrogante. El laboratorio en el que me pretenden encerrar se cae a pedazos y está lleno de frikis que hace mucho que no han visto a una chica maquillada y con tacones. Se me cae el alma a los pies.

15.30
Recojo las tripas del suelo y las planto en un taxi que me lleva a casa de Athiná. Konstantinos me espera, algo más alto que en Julio, y me derrite de una sola sonrisa.

“Qué te han dicho?”
Me llamarán en dos o tres semanas, a ver qué pasa

Me mira esperanzada, casi tocando la realidad de un sueño que dura ya tres años: les devuelvo a su hermano.

Me prepara café mientras juego con Konstantinos a los coches y las motos. Se me escapa una lágrima.
Les he mentido. En realidad ya tengo la oferta. Pero no quiero que se ilusionen.

16.00

Mi “suegra” llega a la casa y comemos. Llama toda la familia.
“Qué tal la entrevista”. “Qué tal la entrevista”.“Qué tal la entrevista”.
Quiero morir.

17.00
Duermo la siesta o moriré de ahogo.

19.00
Me despiertan los gritos. Han llegado más familiares curiosos con regalos y juicios.
“Qué tal la entrevista?” “Si te dan el trabajo os vendréis, no?” “Oye, tú no conocías a alguien en Intracom, Andrea? A ver si podemos hacer algo”.

SOCORRO.

20.30
Me despido de los 15 que ya están en la casa y me voy al aeropuerto.
“Mucha suerte”.
Sí, ya os contaremos”.

Hoy me dan el Oscar a la hipocresía.

21.30
Puerta de embarque. El chico guapo de la oficina me manda un sms
“are you out in the city tonight? fancy meeting for a drink?”
I'm actually abroad
“cool, senorita, next time”.

23.50
Aterrizo en Londres. El móvil ha estado encendido todo el vuelo y no nos hemos matado.

segundo sms del chico guapo y otro de Nikos.
Abro el primero con la sensación de que algo se me ha ido de las manos.
“your smile's been missed today in the office. ever told you you have an amazing one?”
Sí, se me ha ido de las manos. Latigazo de culpa.

Abro el de nikos “i've missed you, waiting at the gate”. Tazón de chocolate caliente antes de dormir.

03.20

Nikos y yo llevamos hablando 3 horas en el sofá. Me adormezco agotada con la decepción en sus pupilas.


¿Por qué la línea que separa caminos opuestos es tan insoportablemente, tan jodidamente delgada?

¿Cómo es posible discernir dónde empieza el egoísmo y dónde acaba el derecho a pensar en uno mismo?

¿Cómo se sabe cuándo un sacrificio se convertirá en una bola peluda de fuego en un futuro lleno de pesar?

¿Cómo sale una indemne de las difíciles, dificilísimas, decisiones que cambian vidas?



3.30

Sssshhhhhh....kalunixta

Sunday, October 28, 2007

Afotos

Madre mía, menudo festín para mi vanidad;) ¡Que conste que no era la intención! Gracias por los piropos, y me alegra haber descubierto dos nuevas plumas a través de ellos, pero de verdad de verdad que al natural pierdo mucho. Cualquiera con fotógrafo profesional y un kilo de maquillaje está estupenda. Así que he decidido modificarlas un poco:)
Las decisiones, Palmoba, ya me vas conociendo, siguen en el tintero, por desgracia. Pero noto como la espada de Damocles está cada vez más cerca... así que pronto escribiré algo para resumir mis dilemas.
Mientras tanto, ando algo seca de tiempo e inspiración. Será el insomnio.
Besitos a todos y gracias.



















Lo prometido es deuda: por fin me veis la cara y los huesos... aunque quitaré este post pronto, que me da lacha:)
p.s. al natural pierdo mucho.

Saturday, October 20, 2007

Tiempos de tortura

Hoy quiero ser hippy.
Hoy quiero ser ejecutiva agresiva.



Hoy quiero casarme con Nikos y tener hijos
Hoy quiero tirarme al chico nuevo de la oficina. Repetidas veces.

Hoy quiero que todos me deseen.
Hoy quiero ser invisible.

Hoy quiero estar sola.
Hoy quiero ser la jefa de las animadoras.

Hoy quiero vivir en Atenas.
Hoy quiero mudarme a Tanzania.

Hoy quiero ser masajista ayurvédica.
Hoy quiero volver a ser ingeniera.

Hoy quiero resucitar a mi madre.
Hoy quiero parecerme a mi hermano.

Hoy quiero ser postmoderna.
Hoy quiero vestirme de rojo.

Hoy quiero doscientas toneladas de chocolate.
Hoy quiero comer sano.

Hoy quiero correr la maratón.
Hoy quiero fumarme doscientos canutos en el sofá.

Hoy quiero comerme el mundo.
Hoy quiero morir.


HOY QUIERO SABER QUIÉN COÑO SOY.


La decisión más importante de todas cuantas he tomado está a una vuelta de reloj. Y los que me conocéis sabéis la capacidad de tortura que tiene mi indecisión. Desde aquí os invito a que escribáis una lista con lo que queréis. Mal de muchos... ;) Deseadme suerte.


Saturday, September 22, 2007

Ojos cerrados


Abres la puerta de la habitación del hotel relamiendo las próximas horas. Te quitas cuidadosamente los zapatos, apruebas tu imagen en el espejo y esperas, sin impaciencia, a que los golpes en la puerta confirmen sus ojos al verte salir del restaurante.

Han pasado ya los dos meses de necesario protocolo. Las horas de gimnasio, la crema exfoliante, el maquillaje caro, el vestido de saldar cuentas pendientes que te has puesto esta noche. Los roces en la oficina, la pregunta casual “vas a la fiesta de Navidad”, su acento tan endiabladamente fingido y los dos segundos en los que mantiene tu mirada por las mañanas. Sabes que eres sólo una víctima más en su lista de trofeos laborales, que cuando te use –y re-use- esta noche todo acabará. Sin ni siquiera posibilidad de sexo sobre la fotocopiadora.

Y que, aun así, habrá merecido la pena vivir.

Golpes en la puerta. Su cuerpo atlético, enfundado de negro, avanza con una sonrisa de depredador que ya es medio orgasmo. Te desnuda en silencio, con la delicadeza dental de un experto, consiguiendo que el deseo te pique en cada milímetro de piel…




Abres los ojos.

Despiertas a la realidad.

Fin de cuento pegajoso.

El que está derramándose encima de ti es tu marido.

Sunday, September 09, 2007

Guapa por un día

“Hija, que no se te olvide: los hombres son tontos.”



Me lo dijo con lástima y un pellizco de coquetería, al ver la sonrisa de bobo de mi padre –y de algunos otros cro-magnones que andaban por aquella iglesia-. Llegábamos calculadamente tarde a un bautizo, y ella, a dos meses de la muerte, estaba espléndida. Había desempolvado el maquillaje y los tacones, y se había calzado un mini-vestido que la convertía en diosa por un día.


Su guiño de complicidad me ha estado acompañando toda la semana.

¿Por qué os cuento esto?

Un colega de mi trabajo (una loca, que diríamos en mi pueblo) se pasa los días insistiéndome en que si me esforzase un poco con mi apariencia sería la fémina más espectacular de la oficina. Algo que, para él, debe de ser un sueño. Yo me encojo de hombros y digo que sólo me siento guapa los días en los que hago reír a la gente, y que eso de torturarme con pinturas en la cara y zapatos de tacón no va conmigo. Pero el hombre me convirtió en su reto personal y me regaló un bono para uno de esos salones que te convierten en Kate Moss por un día. Me enfurruñé algo ofendida al principio, pero finalmente accedí, pensando que sería divertido.


¡JA! El infierno del capitalismo. El sitio estaba plagado de parejitas de amigas cincuentonas que iban a pasar el día y a jugar a las modelos. Hordas de peluqueros y maquilladores gays se paseaban con sonrisa falsa y te ofrecían champán...a las 8 de la mañana!!! Empecé a sentir que me ahogaba, pero hice mis respiraciones y me calmé. El ejército que me atendía personalmente flipaba cuando les decía que nunca me había teñido el pelo y que no sé la diferencia entre kohl o concealer. La chica de la manicura casi se desmaya cuando vio mis uñas. Después de 6 horas interminables, me pusieron delante de un fotógrafo que, al fin, consiguió que me sintiera cómoda. Admito que son probablemente las mejores fotos de mi vida (coming soon…), pero… MENUDA TORTURA!!!! Al menos la evidencia servirá para demostrarles a mis hijas que Kate Moss es fruto de pinturas y flashes profesionales.


Lo más divertido del día fue comprobar en mi carne las palabras de mi amá. Tras años de pasar felizmente desapercibida con mis pantalones anchos, mis zapatos planos, mis gafas de ratita de biblioteca y mi cara lavada, me convertí de repente en la mujer más deseada del vagón del metro;) Fue ahí mismito cuando mi madre se plantó a mi lado, más tangible que nunca, y las dos empezamos a reírnos a carcajadas.

Nikos, por supuesto, se encargó de ponerle la guinda al pastel. Me acerqué a él con mi mejor sonrisa en Victoria, donde habíamos quedado, y tras dos segundos de mirada golosa, abrió la boca con absoluta incredulidad y cara de “Dios existe, esa desconocida-cañón es realmente mi novia!”. Por supuesto, le solté un paraguazo por haberme mirado así sin haberme reconocido. A partir de entonces, se empeñó en pasearme por Londres, exhibiéndome como a una vaca, que diría Piquero, orgulloso hasta los huesos. Y yo tuve que aguantar hasta la noche la asfixia de las 27 capas de maquillaje sobre mi piel. Más vale que tenía a mi mami partiéndose de risa a mi vera, con su mini-vestido ochentero y sus uñas a juego con las mías.


Pues eso. Guapas por un día. Que dolor.

Sunday, August 26, 2007

Αποκάλυψη



Era la noche “después de”. Cuando dejas que la piel decida si las horas anteriores van a ser un principio de algo o quedarán guardadas con llave en la caja de los recuerdos.

Caminábamos deprisa, desesperados, inercambiando alguna que otra palabra absurda, en busca de algún “off-licence” abierto que nos vendiera cerveza después de las 11. Cruzamos un puente de acero y un árbol desproporcionado nos paró en seco al llegar al final.

Nos quedamos allá, en silencio, olvidando al otro, y a las cervezas, y a las preguntas de nuestra piel, para rendir culto a LA belleza.

Desde entonces siempre que podemos nos escapamos a parques, bosques, arboretums (arboreta, si nos ponemos pedantes) y jardines. No conozco a nadie más en el mundo con mi extraña y sinceramente desproporcionada obsesión por los árboles –y las nubes, pero esa historia será contada en otra ocasión-. Es, de hecho, uno de los pegamentos que nos mantienen juntos cuando el resto de las razones se parten en pedazos.

Ayer decidimos celebrar el único día veraniego del verano en esta isla maldita y darnos un festín en Kew Gardens.

Recuperábamos poco a poco el habla, tras una mañana de frustración y puñetazos ante las noticias que nos llegaban de Atenas, cuando el sonido del móvil destruyó nuestros intentos de olvido.

La tragedia se cobraba una de las almas más puras del Peloponeso. Su viuda, atrapada en otra isla, aún no lo sabe. Sus hijos no se explican que no saliese del pueblo cuando recibió las órdenes de ser evacuado.

Murió de tristeza, me dice Nikos. Le dio un ataque al corazón cuando vio al fuego engullendo los árboles que había plantado, las paredes de la casa que él mismo había levantado, el jardín enel que había hincado la rodilla ante Argyró, hace 35 años, y le había tartamudeado que la quería como esposa.

Kew gardens se convirtió en hipocresía primer mundista, de pronto.

Corrimos a casa, nos torturamos con las fotos del apocalipsis heleno y lloramos por Xristos, por los otros 50.
Y por los árboles.

Por los árboles.

Requiecat In Pace.










Monday, August 20, 2007

Paredes

- Estas paredes huelen a tristeza.
- ¿Quieres que nos mudemos?
- ¿A dónde?
- No lo sé.
- Dejemos de huir.





Hace un año que cogimos los trastos, el coche de quinta mano y dejamos mi apartamento de lujo en la City por esta casita vieja. Recuerdo la bronca que te eché cuando la vi. Y lo bien que lo pasamos esa misma noche entre cajas y bultos y la botella robada de Ouzo.
Prometía el garito. Y el estanque de los peces y los zorros en el jardín y el vecino tocando Depeche Mode a las 4 de la mañana.


Pero los meses se nos complicaron. La guitarra y el caballete se quedaron olvidados en la esquina de la plancha y las paredes sólo me veían llorar. Hay manchas en la moqueta de quaker desperdigado durante alguno de mis berrinches.

Y sangre en los ojos del sofá, mucha sangre.
La máscara egipcia se ha comido mis gritos, y los tuyos –los primeros-.

Hay polvo sobre los botes amarillos de la mesilla. Los médicos dicen que si los acabo, el silencio desaparecerá.

[No hay nada más aterrador que el silencio.

Despertar por la mañana y no escuchar las voces dentro de ti, las ganas, la furia.

Sólo silencio.

Le llaman depresión, y dicen que tiene cura.

...los médicos te tratan como a una griposa más.]

Pero yo no tomo pastillas.

Así que sigo derramando quaker y lágrimas en la moqueta.

-Y si probamos el Feng Shui? Ya sabes, mover los muebles, cambiar los colores, comprar un par de fuentes.
- Si crees que eso funcionaría…
- No.
- ¿Entonces?
- Huyamos.

Saturday, June 30, 2007




¿Alguna vez habéis oído hablar de esa gente que es incapaz de decir que no? Mi caso es de libro.

Debería de ser reconocido oficialmente como discapacidad social. En vez de “soy diabético, no me eches azúcar en el café”, deberíamos ser capaces de usar un “no sé decir que no, no me pidas ni me ofrezcas nada”.

Nos haría la vida más fácil y evitaría muchísimas úlceras propias y dolores ajenos.
Si a esta discapacidad le sumas que soy una indecisa crónica, el mundo se convierte en un lugar bastante espantoso.

Ahora mismo (no os ríais) tengo en el calendario compromisos y reuniones para Agosto en dos compañías diferentes. Y todo porque llevo la friolera de dos semanas intentando decidir si me voy de donde estoy o no. Con las consiguientes noches sin domir, divagaciones hasta las tantas de la madrugada a las que obligo a asistir a los ojos rojos de Nikos, compra compulsiva de “flakes” (barritas de chocolate). Etc, etc, etc.

Ayer llamé a la empresa de la nueva oferta para decir que al final la desestimaba y todo parecía ir sobre ruedas ... hasta que el tipo que me había entrevistado me llamó. Fue ver el teléfono en la pantallita del móvil y saber que la iba a liar de nuevo. Me preparé mentalemente “venga, Ma, pónte firme, di que no”, que se note que eres mayorcita. Juas. La lié, por supuesto. Dos semanas más tarde, sigo sin saber qué hacer.

Creo que todo empezó con una monja en el comedor del cole que me miraba amenazante cuando preguntaba si quería otra cucharada de lentejas quemadas. Llevé mi disposición a tal extremo, que acabé siendo la salvación de la cocinera, porque siempre repetía por incomestible que fuese el mejunge. Las demás alumnas pasaron a ser simplemente unas tiquismiquis y yo me convertí en “alumna ejemplar”, en una de esas estratagemas que tienen las monjas para que todas tus compañeras acaben odiándote y tu no tengas más remedio que ingresar en la orden.

Traumas infantiles aparte (son legión), otras veces me digo que la cupla de todo la tiene el miedo a perder una oportunidad, o mi super ego peleón que estaría recordándome los caminos cerrados de por vida, o la ansiedad que me provoca decepcionar a alguien... Yo que sé.

Sobra decir que en el terreno sentimental, este “problemilla” ha causado más de un desagravio...

Resumiendo. Que soy de libro. Y que quiero volver a la barriga de mi mamá

Thursday, May 31, 2007

Moratones

Nos miras con la tristeza de las puertas cerradas –por ti-, mientras te convences de que lo nuestro no es lo normal, ni está bien. Reírnos tanto debe de ser pecado.

Disimulas soltura cuando pides un zumo en vez de una cerveza. Te recuerdo que aún tengo sin acabar aquella botella de vodka caro de hace cinco años y me miras asustada, con el terror que provoca el arrepentimiento. Pero él te ha entrenado, y recobras la compostura, y haces como que te ríes de aquellas insensateces adolescentes e insanas. Ahora sólo tomas comida orgánica, me recitas las calorías de mis magdalenas gigantes y llevas tres años sin probar el alcohol.

Le mientes cuando te pregunta dónde estás. Y nos pides despavorida que te llevemos cuanto antes a casa.

Me llamas cada dos días, a escondidas, desde el teléfono del trabajo para que no te pueda rastrear las facturas. No hablas de nada, pero necesitas recordarte que aún no has perdido el contacto con el mundo.

Aparentas fascinación ante la idea de pasarte el sábado limpiando la casa y mirando al techo. Rechazas todas mis ofertas con la impotencia de los esclavos.

Tenéis una cita en Agosto con el cura y tu vestido blanco y la futura suegra que te trata como a una puta -lo he visto-. Y nosotros estaremos allí, con ropa elegante y los puños cerrados, observando impávidos tu destrucción. Seré la madrina de alguno de tus hijos, ésos que él quiere que tengas cuanto antes para aliviarte la necesidad de hablar con nadie más. Aprenderás su infernal idioma, las recetas de su madre y morirás con el alma amoratada y sola.

Dime, por favor, cómo coño te desprogramo. Cómo despierto a la jovencita que me obligaba a beber vodka con pimienta y me arrastraba a las fiestas del lago.

Cómo te digo que la tranquilidad está al alcance de un “vete a paseo, pedazo de freak sexista”.
Que las únicas normas son las que te impones tú, no tu padre ni tu cultura, y que la vida no acaba a los 22.
Que nadie te puede ordenar cuándo casarte, dónde vivir, cuándo tener hijos, cómo comer, cómo dormir, o cómo follar.

Y que aunque no te ponga la mano encima, cariño, ese pedazo de cabrón te está maltratando.

Wednesday, May 30, 2007

Flaca

Pues sí (vengo a quejarme, aviso).

Y también mortecinamente pálida, propensa a las úlceras, de piel angustiosamente sensible, piernas y brazos desproporcionados, dedos finos –de pianista, que me gusta decir, en vez de esqueléticos- y cuello retráctil. Qué se le va a hacer: mi abuela paterna y las curvas que le hicieron Miss Barcelona se fueron con ella, y yo heredé de mi madre el cuerpo enjuto, el humor negro, la risa fácil y una adicción bastante preocupante al chai y al olor a gasolina.

Ése es mi palo. Para que quede claro, vendería mi alma al diablo y a sus primos por tener el cuerpo de Scarlett Johanson. En un entorno familiar en el que Sofía Loren presidía el santoral (mi madre y su enjuto cuerpo se fueron antes de la cuenta), siempre me quedó clarito que mis huesos eran más que esperpénticos. Tanto, que la primera vez que alguien le echó un piropo a mi culo -en el resto del mundo la que triunfaba era una tal Kate Moss-, lloré tres días seguidos pensando que lo habían dicho con crueldad.

También me pasé dos años probando todas las dietas hipercalóricas del mundo, durmiendo siesta obligatoria –un suplicio para los seres hiperactivos que con 5 horitas de sueño al día estamos como una rosa-, embutiéndome por las noches boles llenos de frutos secos con miel, rebañando por obligación el aceite y el vinagre sobrantes de la ensalada con media barra de pan. Etecé, etecé, etecé. Total, para engordar dos kilos y aumentar un cuarto de talla de sujetador, como mucho. Así que un día decidí que a la porra, que nunca iba a ser Jennifer López, y que Audrey Hepburn era flaca y aun así los chicos la veían muy mona. Me costó siglos volver a contemplar la comida como un placer, y no una obligación.

Y una pensaría que a los 26 años ya, y con un novio estupendo que le relame los huesos, lo que le diga la gente se la refaninfla. ¡¡¡¡Juas!!!! Pues no. Maldito Hollywood. Ayer mi jefe me dijo que a ver si como más, que estoy muy flaca, y me dejó hecha polvo. ¡Él!Que mide 1.60, es calvo, lleva gafas y tiene menos gusto para vestir que Elton John. En serio. También tiene -para mitigar los impulsos suicidas, supongo- un Aston Martin, un Porsche, un Lamborghini y dos conejos, pero ésa es otra historia y será contada en otra ocasión.

Arrggggg. Así que he decidido concentrar mi furia aquí y defender a los flacos. NO NOS GUSTA ESTARLO. Si yo jamás le diría a alguien con sobrepeso que me está dando dentera y que por favor se ponga a dieta ya, ¿por qué coño la gente se cree que advertirle a un flaco que da asquito mirarle y que coma más resulta menos ofensivo? ¿Por qué si un día no tengo demasiada hambre y apenas pruebo bocado la peña intercambia miradas de “ésta es medio anoréxica, así está...”? Me sé todos y cada uno de los síntomas de la bulimia y de la anorexia, porque sé que cuando eres chica y flaca te miran con microscopio. Hasta hace poco, si tenía ganas de mear justo después de comer, esperaba una hora antes de ir al baño, después de que a eso de mis quince años la madre de una amiga le sugierese a mi padre si la ternera no me engordaba lo mismo que a la morsa de su hija era seguramente porque la vomitaba. ¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Y lo que más me jode todo es que toda esta mierda es súper sexista. Nikos -el que me relame los huesos- come desporporcionadamente. Hasta mis colegas, chicarrones del norte que se zampan un chuletón con el café por las mañanas, tienen dificultades para seguirle el ritmo. Y aun así, es también un saquito de huesos. Pero nadie se mete con él, ni sospecha de desórdenes alimenticios, ni le echa la bronca si en una etapa de estrés adelgaza un poco más. Simplemente porque la gente entiende que lo suyo es metabolismo. Sólo que como yo tengo dos cromosomas X, resulta que estoy flaca por gusto y premeditación.

La vida es injusta.... y mi jefe se va a enterar: mañana mismo le compro un espejo;)

Friday, April 06, 2007

Duerme, mi vida

Porque a ella, la noche la espera.
Y sus ejércitos de dudas saltarán de entre las sábanas
-como cada madrugada-
para bailar con ella.

Duerme.

Cierra los ojos y ríndete al sueño.
Deja que tu cuerpo descanse plácidamente el orgasmo
y sonría.
Relámete en la inocente -y terca- certeza de que ella
nunca finje.

Duerme.

Disfruta del abrazo,
de su cuerpo menudo, la maraña de rizos y la piel blanca y suave.
del olor a bebé de las cosas que creemos seguras

Duerme.

Y despierta mañana en tu mundo ordenado.
Sin saber de antiojeras que maquillan insomnios,
ni de besos matinales con sabor a tristeza
ni de almas adolescentes al borde de la muerte.

Despierta mañana, sí,

y da gracias a los dioses por tu suerte,

que ella te quiere demasiado para escabullirse de su cárcel nocturna

sin más razón

que el simple hecho de no quererte.

Así que duerme tranquilo, mi vida.

Duerme.

Saturday, February 24, 2007

Paseo romántico en Dover



Qué hago aquí? Ah, sí, el loco. Joder, me ha vuelto a pasar, me he quedado dormida sin más. Bueno, sigo viva. Tengo que subir, a la próxima me caigo fijo. Nadie me encontraría aquí. Mierda de vida. Hace frío, coño, y voy y me dejo la chamarra en el bar. Jodido psicópata. Cada vez están más locos. Que le hiciera una mamada en el faro, tiene cojones. Al menos iba cargado de cristal. Aaahhhhh. Mierda, me va a venir. Y yo en esta puta cornisa. Tengo que subir. Mierda, mierda, las manos me tiemblan. Respira, respira, Cate. Por qué coño pienso ahora en ella? Dichosa cara amenazante. Cómo me pudo hacer eso? Se va a enterar. Voy a salir de ésta, sí, y me van a dar la custodia otra vez. Dejaré toda esta mierda, dicen que se puede. Roselyn casi lo consigue, si no llega a ser por la paliza de esos desgraciados. Dónde fue que esuvo? Ah, sí, el sitio ése en Lambeth. Mañana mismo voy. Y Steve volverá conmigo, y la serpiente de mi madre tendrá que tragarse todas las palabras que le dijo al juez. Steve. Mierda. A quién coño estoy engañando? Aún estoy borracha. No, nunca me lo van a devolver, nunca saldré de esta mierda y acabaré en una cloaca rajada por el primer psicópata de verdad queme pague las cincuenta libras. Y si me dejo caer? No, no puedo. Qué pensaría Steve? Su madre no es una cobarde, aún no. Joder, el mono.

“Eh, estás bien?”

Lo que me faltaba. La parejita caminando románticamente por los acantilados. “Dejadme en paz!!” Que se vayan, por Dios. Que se vuelvan a sus vidas perfectas, sus trabajos bien pagados y sus familias felices. Qué coño saben ellos de la vida. Él no la pega, ni bebe, ni se mete cualquier mierda similar al caballo. Joder, siguen ahí. Que me den en paz. Serán hipócritas. Me acabo de convertir en su buena obra del mes. Mierda, las manos, mierda, mierda...

“Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!”

Saturday, February 17, 2007

Miércoles de Starbucks

(a mi tía)

¿Y no te gustaría estar prometida?

Para eso debería gustarme la idea de estar casada.

Ya, pero podrías llevar un anillo, es guay.

Sí, ya he visto el ímpetu con el que muchas chicas le sacan brillo al diamante en el vagón del metro. Y cómo luego se aseguran con mal disimulo y el rabillo del ojo de que todo el mundo se ha dado cuenta que hay alguien dispuesto a casarse con ellas...

En cualquier caso, jamás llevo metales sobre mi piel.

Eres alérgica?

No. Simplemente me molestan.

Ah.

Uf, lo siento. Hoy tengo la arrogancia subida. Ya me conoces: antes muerta que convencional. Me alegro horrores por ti, de todas formas.

Ya, no sé, es lo normal, ¿no? Llegas a una edad en la que te casas, tienes hijos... ¿Por qué te lo tomas todo como una amenaza a tu individualidad? Es como si te diese pánico compartir algo con el resto del mundo.

El matrimonio no me da pánico. Como tampoco me lo da, qué sé yo, Oklahoma y no por eso la voy a apuntar en la lista de lugares a los que ir antes de que me muera. Simplemente no me llama la atención.

¿Y tu familia que opina de esto?

¿Y eso qué tiene que ver?

No sé, mi padre me presiona mucho para que tenga ya hijos, por ejemplo.

¿Y tú vas a casarte y a tener hijos por eso?

Por eso sólo no, mujer, pero sé que si no lo hago, sufren.

¿Entonces no es porque Kostas es el hombre de tu vida?

Yo no creo en eso del “hombre de tu vida”. Creo que una persona adecuada llega en un momento adecuado.

¿Me estás diciendo que Kostas podría llamarse James, entonces, si James hubiese llegado dos meses antes? ¿No te da miedo conocer un día a alguien que te hagas sentir que tu vida no tiene sentido sin él?

Eso sería sólo pasión. La pasión se acaba. No es felicidad.

Tal vez la felicidad sea una cadena de pasiones y lágrimas.

O tal vez sea la seguridad de tener a alguien que te respeta y te cuida y es un buen padre.

Esa idea me parece espeluznante.

Para algunos la vida no es una apuesta continua. A mí me gusta la seguridad.

¿Y no te aterra la posibilidad de despertar un día a los 45 y encontrarte aburrida?

¿Por qué? Si tendré hijos, y un marido, y probablemente un trabajo y una casa bonita. Y familia y amigos alrededor. Vivir dentro de los cánones de la sociedad no implica aburrirse, ¿sabes?

....

¿Qué?

Me das envidia.

¿Yo? ¿Por qué?

Porque no tienes dudas, porque vas a ser feliz. Porque yo me pregunto cada mañana si debería embalar todo y largarme a la Tierra de Fuego.

Pero si tienes a Nikos...

Cierto. Y con él, la seguridad que tanto me aterra.

Pues vete con él a la Tierra de Fuego.

Nah, allí la gente también se casa.

!!!!!

Déjalo, soy incorregible. Nos vemos la semana que viene, ¿entonces? Me toca invitar a mí.

Sí, claro. ¿Aquí mismo?

Mismamente. Dale recuerdos a Kostas.

Y tú a Nikos. Y no te olvides de la invitación.

Tranquila. Prometo comportarme.

Tuesday, February 13, 2007

Hayley

Conseguía brillar hasta en aquella sala de ojos caídos y cruces en las retinas. No resultaba difícil transportarla, más sonriente, a una clase de quinceañeros. Con su lazo en el pelo, el maquillaje innecesario, cuchicheando con sus súbditas y el chico guapo de cuarto curso guiñándole un ojo por la ventana.

Después todo pasa rápido y más bien sin querer. Un mes más tarde llegan los nervios, la prueba, la cruz que se queda grabada en la retina, la certeza aplastante del horror que se avecina, la psicóloga contratada de la seguridad social que le aconseja que se lo cuente a su madre, los insultos –puta, inconsciente-, las lágrimas contenidas. Un curso acelerado de dolor gratuito.

La enfermera la llama y todo en ella tiembla. La madre pemanece inmóvil, como intentando excavar un hueco en la pared de enfrente con la mente. Toda la sala la mira suplicante unos instantes. Hayley se rinde, se sacude los restos de niñez del chándal negro y se lleva su brillo, sola, a la sala de ecografías.