Sunday, August 26, 2007

Αποκάλυψη



Era la noche “después de”. Cuando dejas que la piel decida si las horas anteriores van a ser un principio de algo o quedarán guardadas con llave en la caja de los recuerdos.

Caminábamos deprisa, desesperados, inercambiando alguna que otra palabra absurda, en busca de algún “off-licence” abierto que nos vendiera cerveza después de las 11. Cruzamos un puente de acero y un árbol desproporcionado nos paró en seco al llegar al final.

Nos quedamos allá, en silencio, olvidando al otro, y a las cervezas, y a las preguntas de nuestra piel, para rendir culto a LA belleza.

Desde entonces siempre que podemos nos escapamos a parques, bosques, arboretums (arboreta, si nos ponemos pedantes) y jardines. No conozco a nadie más en el mundo con mi extraña y sinceramente desproporcionada obsesión por los árboles –y las nubes, pero esa historia será contada en otra ocasión-. Es, de hecho, uno de los pegamentos que nos mantienen juntos cuando el resto de las razones se parten en pedazos.

Ayer decidimos celebrar el único día veraniego del verano en esta isla maldita y darnos un festín en Kew Gardens.

Recuperábamos poco a poco el habla, tras una mañana de frustración y puñetazos ante las noticias que nos llegaban de Atenas, cuando el sonido del móvil destruyó nuestros intentos de olvido.

La tragedia se cobraba una de las almas más puras del Peloponeso. Su viuda, atrapada en otra isla, aún no lo sabe. Sus hijos no se explican que no saliese del pueblo cuando recibió las órdenes de ser evacuado.

Murió de tristeza, me dice Nikos. Le dio un ataque al corazón cuando vio al fuego engullendo los árboles que había plantado, las paredes de la casa que él mismo había levantado, el jardín enel que había hincado la rodilla ante Argyró, hace 35 años, y le había tartamudeado que la quería como esposa.

Kew gardens se convirtió en hipocresía primer mundista, de pronto.

Corrimos a casa, nos torturamos con las fotos del apocalipsis heleno y lloramos por Xristos, por los otros 50.
Y por los árboles.

Por los árboles.

Requiecat In Pace.










Monday, August 20, 2007

Paredes

- Estas paredes huelen a tristeza.
- ¿Quieres que nos mudemos?
- ¿A dónde?
- No lo sé.
- Dejemos de huir.





Hace un año que cogimos los trastos, el coche de quinta mano y dejamos mi apartamento de lujo en la City por esta casita vieja. Recuerdo la bronca que te eché cuando la vi. Y lo bien que lo pasamos esa misma noche entre cajas y bultos y la botella robada de Ouzo.
Prometía el garito. Y el estanque de los peces y los zorros en el jardín y el vecino tocando Depeche Mode a las 4 de la mañana.


Pero los meses se nos complicaron. La guitarra y el caballete se quedaron olvidados en la esquina de la plancha y las paredes sólo me veían llorar. Hay manchas en la moqueta de quaker desperdigado durante alguno de mis berrinches.

Y sangre en los ojos del sofá, mucha sangre.
La máscara egipcia se ha comido mis gritos, y los tuyos –los primeros-.

Hay polvo sobre los botes amarillos de la mesilla. Los médicos dicen que si los acabo, el silencio desaparecerá.

[No hay nada más aterrador que el silencio.

Despertar por la mañana y no escuchar las voces dentro de ti, las ganas, la furia.

Sólo silencio.

Le llaman depresión, y dicen que tiene cura.

...los médicos te tratan como a una griposa más.]

Pero yo no tomo pastillas.

Así que sigo derramando quaker y lágrimas en la moqueta.

-Y si probamos el Feng Shui? Ya sabes, mover los muebles, cambiar los colores, comprar un par de fuentes.
- Si crees que eso funcionaría…
- No.
- ¿Entonces?
- Huyamos.