Friday, January 25, 2008

Siesta navideña

Ronca suavemente, con la cabeza ladeada sobre el jersey nuevo. Las gafas le hacen una marca innecesaria la nariz y las manos muertas sujetan de manera increíblemente eficaz el cojín. “Me gusta taparme el estómago después de comer”, dice siempre. Lleva repitiendo esa canción después de cada comida y cada cena durante los últimos 50 años.

La molestia me obliga a levantar mi mirada del libro, y el ardor de estómago de repente se me transforma en una ternura aplastante.

Escudriño su cara arrugada en busca de todo lo que me estoy perdiendo. Veo los ratos que pasa a solas, aburrido, en esos días en los que no quiere ni hablar por teléfono. Veo la ilusión con la que me recoge en el aeropuerto, y la paciencia con la que recibe mis broncas y mis explosiones hormonales. Veo la frustración que siente cuando me deja hacer, convencido de que estoy cometiendo un grave error. Y la templanza con la que acepta mis insultos o mis críticas. Veo la sabiduría que ha ido acumulando a lo largo de los años, aunque sus límites sean cada vez más estrechos.

Y el ardor de estómago se multiplica por obra y gracia de mi súper ego.

Se despierta, como siempre, cuando empiezan los deportes. Las palabras “Real Madrid” son más poderosas que Morfeo. Me mira casi avergonzado, como un esclavo que ha ofendido a su dueño metiendo un ruido innecesario. Me río y le digo que no se preocupe y que se tape mejor.

“Sí, ya sabes que me gusta taparme el estómago después de comer”
“Claro, hombre, ya sabes que a los dos enseguida se nos enfría la tripa”

Le acerco la mano y me la aprieta como intentando parar el tiempo.

Sé que estos días son los que le mantienen vivo.

...así que a la mierda con celebraciones y compras y cafés con amigas que ya no lo son.
Estas Navidades las pasé en el sofá con mi papá.