D lleva tres esperando a que aparezca I. Cuando lo haga, tendrán una conversación de ascensor, o ni siquiera la tendrán. Se enfadará con él y con ella misma y se irá a la cama con el cardias hecho un nudo. Tardará en dormirse.
L es más práctica, al menos, y se masturba mientras espera al señor U. No le contestará cuando éste le lance un saludo desesperado. Se acostará gorda de orgullo. Y sola.
K y F hablan de su futuro y de sus planes y esperan impacientes a que los padres se acuesten para su hora de sexo telefónico.
P ensaya para el concierto de mañana y mira de reojo la pantalla, deseando sin querer que le regale una barra naranja intermitente. Pero esta noche nadie piensa en P.
T experimenta con B y le exprime palabras para un poema.
Todos unidos mediante pulsos invisibles, tras sus trincheras luminosas y azules. Poniendo sobre el teclado las confesiones que nunca pondrán sobre la mesa del Café Café.
Y yo sobrevivo mi insomnio en mi salón sin tecnología. Mi salón verde y rojo y sin luces. Reabro los álbumes con Audrey de fondo –ahora mismo no soportaría a nadie más-, bebiendo leche en una copa de champán.
Y cuento los días hasta el 3 de Noviembre, hasta que la BT me devuelva a mis amigos.
Tan azules y tan solos como yo.
Thursday, October 19, 2006
Wednesday, October 04, 2006
De vuelta.
¿Alguna vez os habéis encontrado en una playa nudista a los vecinos?
Algo así me sucedió a mí. Y encima los vecinos se rieron de mi desnudez -y de mis implantes- y me echaron arena en los ojos.
Así que me metí en una cueva a hibernar.
En mi retiro me dediqué a desintoxicarme de pantallas y teclados en mi tiempo libre, de exageraciones mentales y juegos de palabras.
Anorexia verbal -y digital-.
El mundo y yo misma resultamos más sencillos en un sofá, a dieta de caricias y silencio.
Hasta que un día me desperté a carcajada limpia, al darme cuenta de que las playas nudistas son públicas.
Como los osos, además, sabía que la hibernación no es eterna, así que guardé mi blog antes de masacrarlo con un clic de ratón (cuesta tan, tan poco… que a veces no me extraña que las guerras sean cada vez más rápidas y más crueles desde que los botones sustituyeron las espadas).
Hoy estoy perezosa, pero el próximo día que me pase por aquí me traeré el resto del equipaje.
Y todo eso.
Algo así me sucedió a mí. Y encima los vecinos se rieron de mi desnudez -y de mis implantes- y me echaron arena en los ojos.
Así que me metí en una cueva a hibernar.
En mi retiro me dediqué a desintoxicarme de pantallas y teclados en mi tiempo libre, de exageraciones mentales y juegos de palabras.
Anorexia verbal -y digital-.
El mundo y yo misma resultamos más sencillos en un sofá, a dieta de caricias y silencio.
Hasta que un día me desperté a carcajada limpia, al darme cuenta de que las playas nudistas son públicas.
Como los osos, además, sabía que la hibernación no es eterna, así que guardé mi blog antes de masacrarlo con un clic de ratón (cuesta tan, tan poco… que a veces no me extraña que las guerras sean cada vez más rápidas y más crueles desde que los botones sustituyeron las espadas).
Hoy estoy perezosa, pero el próximo día que me pase por aquí me traeré el resto del equipaje.
Y todo eso.
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