El día transcurrió como cualquier otro. Tan sólo una vez levanté la vista de mi pantalla para escuchar a alguien quejándose de un viaje cancelado. De vez en cuando alguien comentaba algo, pero no sé si por sueño, por estrés o por rabia fue una de esas ocasiones en las que me pongo el chip de “paso”.
Hasta que las palabras se empujaron para salir de mi boca, sin previo aviso, interrumpiendo a mis concentrados compañeros:
“Right. They have us all checked-up at the airports… what if they move the operation to the underground? Or the Eurostar? Or a fast train to Manchester? We are not safe. We can´t be safe. Just have a look at the hundreds of helpless eyes in Lebanon. They will never forgive us, unfairly or not. This is not a threat. This is a punishment.”
Todos dejaron de teclear y se quedaron en silencio -algo sorprendidos, creo-, hasta que un teléfono nos devolvió a la rutina. Hoy no me miran igual. Me parece que confundieron justificación con… comprensión. No estoy en su bando.
Es la vulnerabilidad la que hace que las amenazas sean tan poderosas. Que haya miedo. Y que haya bandos. Y el origen de la vulnerabilidad es, como siempre, la ignorancia.
Cuando volvía a casa vi a un inglés trajeado, con peinado Beckham y iPod incluidos en el disfraz, mirando con aprensión mal disimulada a un tipo lleno de pintura y con rasgos pakistaníes. Y escuché el alivio saliendo de su nariz inglesa cuando el pakistaní se llevó su bebida a la boca. Bebió, exagerando el ruido a propósito. Glu-glú. Se secó los labios y le miró incicialmente con desafío y enseguida con lástima, para acabar con los ojos perdidos en el suelo. Balanceaba la botella al mismo tiempo, con la resignación, la rabia y la conciencia de que a partir de ahora, y hasta próximo aviso, también le van a observar con lupa si lleva una pepsi en la mano.
Sí. Después de ver las noticias nocturnas en la tele y leer los periódicos he descubierto que a partir de ahora hay que sumar los botellines de agua al resto de las posibles "amenazas" de las que tenemos que estar alerta en la City. Véase:
- Combinación de barba musulmana y mochila grande: al parecer el Corán y el camping no son compatibles…
- Pelo oscuro y cazadora gruesa en verano: tremendamente sospechoso, claro, que la gente que venimos de países más cálidos decidamos que, en fin, eso de ir con sandalias, pantalón corto y camiseta a 15 grados… como que no. Por mucho que el calendario diga 11 de Agosto. Yo aún estoy asombrada de que no me hayan detenido jamás.
- Libro con caracteres extraños y túnica: cualquier enseñanza en lengua no occidental está plagada, por lo visto, de contenidos instigadores al terrorismo. Y si un tipo saca el libro en cuestión de debajo de una túnica ya es el acojone mayor. Nota mental: avisar a mi prima, que viene de visita, de no llevar sus apuntes en sánscrito de medicina ayurvédica si no se ha puesto la camiseta ajustada de I LOVE UK.
No pretendo reírme de lo que sucedió ayer. Me parece tan espantoso como a cualquiera. Simplemente encuentro… triste que tan sólo seamos reactivos. Que tan sólo nos acordemos del problema, por ponerlo de alguna forma, cuando estamos tan, tan cerca de la masacre. Y que la única reacción sea el miedo.Luego volvemos a nuestras vidas, y en las noticias nos hablan del divorcio entre Sir Paul y Heather, en vez de Afganistán.
Lo único que nos produce el término "daños colaterales" es una breve sensación de injusticia. Que dura más o menos lo que tarda la presentadora en cambiar de tema.
Friday, August 11, 2006
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment