Fue un secreto, algo que ni tan siquiera mis mejores amigos conocían.
Sin duda, consiguió que la vida en su momento pareciese más intensa. Hoy sin embargo no entiendo por qué la necesidad.
Atesoro los recuerdos con cariño, vanidad y culpa. Con nostalgia y asco a partes iguales.
Empezó con una botella de ouzo y terminó con una despedida fría en un coche. Era momento de deshacerse del disparate e intentar no dejar rastro. Volver a mi vida pública.
No me arrepiento. Él, probablemente, sí.
Pero ya sabéis. La vida da muchas vueltas, el mundo es un pañuelo, y todo eso. Así que tras un par de silencios, unas cuantas mentiras, demasiados malentendidos y un millón de palabras no dichas, volveremos a compartir ciudad, en el país de los mil soles.
Cuando me enteré, me pareció demasiado surrealista para ser verdad. Me asusté. No porque las mentiras pudieran ser descubiertas, ni por miedo a que ciertos sentimientos pudieran volver a aflorar.
Me asustó la idea de recordar que la vida en cierto tiempo fue más interesante. Y que esta calma dulzona de la que en teoría disfruto está hecha de aire.
Las lecciones con las que moriremos, las que desnudan nuestras bajezas, no están en un pisito con jardín y con perro. Están en portales congelados, en tequilas no deseados y sofás de cuero destrozados para las tardes de domingo.
Sí.
Hace mucho que no me enamoro.
1 comment:
Pero eso quiere decir, que te enamoraras aunque pasen lo que parezcan millones de años.....creo
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