Thursday, November 13, 2008

buena actriz sin memoria de pez

Hace unos años me llamaron de un hospital de Toulouse. Un chico con el que había entablado cuatro conversaciones y unas cuantas pintas en mi año Erasmus había preguntado por mí. Llevaba vendas en las muñecas y yo justito recordaba su apellido, aunque había contestado puntualmente a sus mails semanales.

Me fui para allá, y le encontré solo en una habitación. Una psicóloga con falda de flores me pidió que me quedase unos días.

Lo hice, y no entendí nada.

Pero soy buena actriz.

Y aquel chico se recuperó y pensó que para mí su amistad era tan importante como para él la mía.

Hace dos meses un amigo que fue amante, pero sobre todo hermano mayor me recordaba episodios de los que no queda ni un resquicio en mi memoria. Los revivivía con sonrisas, lágrimas y guiños que me invitaba a recoger.

Lo hice y no entendí nada.

Pero soy buena actriz.

Y mi amigo se volvió sintiendo que todos aquellos episodios tenían sentido, porque eran de ambos.

Ayer mi padre me recordó unos gritos que le habían destrozado en mi última visita a Iruña. Lo describía con una tristeza que me obligaba a disculparme con todo el dramatismo posible.

Lo hice, y no entendí nada.

Pero soy buena actriz.

Y mi padre cree que me arrepiento sinceramente de aquella bronca de la que no recuerdo ni un detalle.


Problema de memoria no es, todos los exámenes indican que de eso ando sobrada.

Pero joder, qué mal se siente una cuando esperan de ella que sea un espejo.



O a lo mejor va a ser verdad cuando dicen que voy a mi puta bola y que me estoy perdiendo media vida...

Saturday, November 01, 2008

Injustiça

Acabo de estar en uno de los rincones más mágicos del planeta. El enclave del Museo de Arte Contemporáneo de Rio de Janeiro, diseñado por el genio Niemeyer. Ni siquiera las nubes que empapaban hoy al Corcovado pueden arruinar el atracón de belleza del lugar.









Pero en el camino entre mi habitación de hotel y la magia he podido ver también un cachito del verdadero Brasil. El Brasil que no tiene nada que ver con los bares trendy de Barra da Tijuca, ni con el restaurante del Sofitel Copacabana, ni con las oficinas lujosas de mis socios en Sao Paulo.

Casas a medio hacer –o deshacer- en infitinas favelas de ladrillo rojo y placas de metal, hierros y tuberías de Petrobras en todos los rincones del puerto, perros esqueléticos comiendo en motañas de basura. Y una o dos mansiones en medio de la mierda, como un insulto absurdo e irreal, propiedad del cacique de la favela.

He visto a un chico montando a un caballo raquítico huyendo del día. A una puta con los ojos vacíos, siguiendo a un chulo que tenía más tetas que ella. A unas niñas que no podían tener más de 11 años bailando junto a mi ventana una danza sexual con una agilidad de caderas que desafiaba al reloj y al calendario. A sus calendarios.

Al infierno las palabras. Lo que he visto no se puede explicar, ni me da la gana de adornar con arreglos y formas baratas. Lo que he visto es una puta injusticia. Siempre oyes, cuando alguien vuelve de uno de esos viajes_que_te_cambian_la_vida, esa historia de que “a pesar de ser tan pobres son tan felices, fíjate, nos quejamos de vicio, chica”. Una mierda. La puta de los ojos vacíos sudaba desilusión y rendición, caminaba con la tristeza calada en los huesos. Las niñas tenían ya en las piernas el cansancio de quien ha andado demasiado. Mi propio chófer me miraba agotado, sin comprender qué Dios decide quién ocupa el asiento del conductor y quién el del pasajero con cartera llena. Los niños que jugaban con latas entre la basura –es cierto, yo lo he visto, Ronaldo no se lo ha inventado- tenían cara de hambre y miraban el coche con resentimiento. Intentando reirse de un mundo de comodidades que en realidad les duele.

Que se caiga la bolsa, que se hunda la economía mundial. Que nos pongamos todos a rascarnos la cabeza para ver cómo podemos repartir los recursos más equitativamente. Que cierren por defunción al capitalismo, por favor. Que se extienda la meditación trascendental y que no nos inventen necesidades que no existen.


Y que los gringos, como dicen aquí, no la caguen eligiendo a McCain.

¿Cómo coño arreglamos el mundo?